Artículo generado por la Psicóloga Paola Atencio
Una Tregua Con La Vida
La tregua fue publicada por primera vez en Montevideo en 1960, despertando desde ese momento la crítica literaria y el placer de un público lector. La tregua es una historia en la que un hombre de cuarenta y nueve años, viudo, pronto a jubilarse, narra su día a día en un diario, dejando así, por escrito, un análisis sobre la perspectiva del alma humana: el amor, la soledad, la vida y la muerte, el letargo, el paso del tiempo, el envejecimiento, la sensación de vacío, el sentido de vida. Todo esto a través de una trama que va a concluir en un verdadero drama en donde la aparición de la palabra tregua cobra su verdadero significado.
La búsqueda del sentido de la vida y la transitoriedad
Esta novela ha sido analizada desde diferentes temas. Y les quiero compartir un análisis desde otro ángulo que te llevará a identificarte en esta historia. Específicamente, un análisis que parte de la búsqueda del sentido de la vida y el temor a la transitoriedad:
En la juventud solemos iniciar relaciones, metas, con la ilusión de que “será para toda la vida”, pasado el tiempo la vida nos comienza a presentar pérdidas de familias, amigos, parejas, cambios abruptos de planes. La vida nos enseña que lo único permanente es el cambio. Y aunque es una frase que seguro has leído por todos lados, no dejamos de sentirnos conmovidos cada vez que lo transitorio hace su presencia. Ese temor que se acrecienta con los años, -porque mientras más vivimos más perdemos-, nos va contactando con la temporalidad de las personas, de las cosas, de las relaciones.
La nostalgia y la rutina en la vida cotidiana
Es muy común que esta parte real de la vida conmueva a muchas personas, introduciéndolas en la nostalgia y en la rutina de una vida un tanto opaca y autómata. Y ojo, no es patológico, no es una enfermedad mental. Les hablo de un sentimiento natural, frecuente y humano. Por esto he decidido basarme en el personaje de Martín, y su personalidad, para que inspecciones si esto te pasa a ti. Pero, sobre todo, para hablarte de una solución, que te la daré al final:
Martín está a seis meses de recibir su jubilación, de un trabajo que considera patético y rutinario, a la vez, esa rutina le permite soñar, entonces hablamos de un hombre soñador que no ha tomado acción para hacer su deseo realidad.
Trastocado por la muerte de su esposa desde hace veinte años atrás, Martín se siente inclinado a vivir en medio de obligaciones y responsabilidades para con su trabajo y los tres hijos que eran unos niños en ese momento.
«Todo fue demasiado obligatorio como para que pudiera sentirme feliz.»
Una reflexión profunda sobre la vida
Desde entonces se ha sentido insoportablemente vacío e intranquilo, y se describe como un hombre indeciso y rutinario. Un día profundiza en una pregunta que le rondaba por la mente:
«Casi todos los domingos almuerzo y ceno solo e inevitablemente me pongo melancólico ¿Qué he hecho de mi vida?»
Rectifica que su historia, en particular, no ha tenido cambios irracionales ni sucesos insólitos o repentinos, más que la muerte de su esposa cuando él tenía veintiocho años, a lo que él se responde que sin duda fue una desgracia. Pero va más allá de esta reflexión y se plantea que no hay nada más natural que la muerte, y que aun después de veinte años de aquella pérdida, él seguía en una vida inerte.
Por primera vez tiene una opinión 100% sincera de sí mismo, porque no se había atrevido a confesarse sobre su disconformidad. Recuerda que, en algún momento de su adolescencia tuvo una buena opinión, se sentía impulsado para empezar, para llevar a cabo algo grande, para sentirse útil. Reconoce que, esa opinión que tenía acerca de sí mismo había decaído bastante, y a sus cuarenta y nueve años se sentía vulgar e indefenso.
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El impacto de postergar los sueños
Les comparto una reflexión sumamente importante que hace este personaje:
«Saber que tengo, o tuve, en mí mismo elementos suficientes para encararme a otra posibilidad, saber que soy superior, no demasiado, a mi agotada profesión, a mis pocas diversiones, a mi ritmo de diálogo: saber todo eso no ayuda por cierto a mi tranquilidad, más bien me hace sentirme más frustrado más inepto para sobreponerme a las circunstancias.»
La seguridad de saberse capaz para algo mejor lo usó para postergar sus capacidades de crear una vida con más sentido.
La diferencia entre reflexión y acción
Una persona que no ha reconocido que tiene habilidades, que pudo haber hecho mejor las cosas, no experimentará este tipo de angustia. Es decir, se angustia quien ha postergado su vida, a pesar de haberse sentido seguro y capaz de hacer algo mejor. Quedando en una vida provisoria, precaria, aguantando el deber de las jornadas para hacer lo que es imprescindible.
Es frecuente ver, en muchas personas, en las que le surge como destello una reflexión, una pregunta interna, o una respuesta de tipo rectificación subjetiva que es aquella que nos pone a pensar cuál es la participación que tenemos de lo que nos aqueja. Dejamos de culpar a otros, al trabajo, parejas o circunstancias, se da un nuevo conocimiento, pero no basta con hacerlo consciente.
El apego a la nostalgia y sus consecuencias
Esta es la experiencia que muestra el personaje de Martín. Ante su pregunta:
«¿Qué validez tiene ahora para mí lo que quise ser?»
se responde que ya es inútil, porque en este momento de su vida, aun no teniendo nada exaltante o emocionante, tampoco tiene las fuerzas como para jugar a un cambio de vida.
Dos tipos de respuestas ante el vacío existencial
Y aquí les quiero transmitir un punto muy importante: Existen dos tipos de personas, una como Martín, que está apegado a la nostalgia, al lamento, al aislamiento de una vida sin disfrute. Esta respuesta, por la que se inclina, lo sigue dejando en la sensación de letargo, vacío y sin sentido. Otra manera hubiese sido tomar esta pregunta que le surgió y respondérsela desde otro lugar, que no fuese desde la nostalgia, lo que lo hubiese llevado a tomar decisiones que le procuraran una vida con satisfacción.
¿Por qué algunas personas actúan diferente?
¿Por qué algunas personas deciden hacer algo diferente y otros deciden quedarse en lo mismo, aunque los apegue al sentimiento de nostalgia y lamento?
La explicación del psicoanálisis
El psicoanálisis nos responde:
Existe un tipo de personalidad que se apega a satisfacciones que se consideran mortíferas. Aunque la persona se queje y lo experimente como desagradable, se quedan en el sentimiento de nostalgia, melancolía y tristeza.
Otras personas, por el contrario, cuando les surge esta pregunta, pueden orientarse por tomar un camino distinto que no frene sus mejores impulsos, que no les impida su desarrollo y que no los ate a una rutina aletargante.
La vida fácil y la decisión de no decidir
Martín se dice a sí mismo que jubilarse, por ejemplo, es una aspiración que además no cuesta, porque sabe que va a llegar sola, sin que sea preciso que proponga nada. De este modo, la vida, para él, es fácil. Se entrega a la vida y se libera de tomar decisiones.
(Pero lo que no sabe Martín es que no tomar decisiones también es una decisión).
La transitoriedad y su impacto en el carácter
La muerte de la esposa de Martín le enseña la caducidad de muchas cosas que se creen permanentes: el amor, la persona a la que amó, los momentos donde fue feliz. Pero algo de su carácter lo inclina por apegarse a la nostalgia.
Sigmund Freud explica en su texto La Transitoriedad que:
«Tiene que haber sido la revuelta anímica contra el duelo la que les desvalorizó el goce de lo bello. La representación de que eso bello era transitorio dio un pregusto del duelo por su sepultamiento, y, puesto que el alma se aparta instintivamente de todo lo doloroso, sintieron menoscabado su goce de lo bello por la idea de su transitoriedad.»
Y concluye diciendo:
«Creo que quienes tal piensan y se muestran dispuestos a renunciar perenne porque lo apreciado no acreditó su perdurabilidad se encuentran simplemente en estado de duelo por la pérdida. Sabemos que el duelo, por doloroso que pueda ser, expira de manera espontánea.»
El amor como una tregua momentánea
En Martín, expira algo de ese duelo cuando se enamora de una chica veinte años más joven que él. Laura le corresponde a ese amor, comienzan una relación y, sin embargo, Martín sigue siendo aquel hombre que no puede dejar a un lado sus rasgos inquietos, nostálgicos, temerosos y llenos de dudas. Lo persigue el miedo a que Laura le sea infiel por la diferencia de edad. Este temor lo inhibe a tomar una decisión que lo apropie de su felicidad, como casarse.
«Pero estoy demasiado alerta como para sentirme totalmente feliz. Alerta ante mí mismo, ante la suerte, ante ese único futuro tangible que se llama mañana. Alerta, es decir: desconfiado. Sin embargo, ¿de qué me sirvió esa desconfianza? ¿Acaso la aproveché para vivir más intensa, más afanosa, más perentoriamente? No, por cierto.»
Estar consciente de querer no es suficiente. Hace falta una intervención que tumbe la satisfacción por el sentir nostálgico, triste y melancólico para poderse, así, entregar a la felicidad.
El inesperado desenlace de La Tregua
El desenlace de la historia es inesperado: Laura, su amor, muere. El final de esta novela corrobora que todo afán y preocupación parten de un imaginario, mientras que lo real es incalculable. Un rasgo muy singular de cada uno llevará a que lo transitorio nos haga perder el disfrute de lo que sí hay o a que lo transitorio nos haga valorar con satisfacción lo que sí hay.
Reflexión final: Responde la pregunta con otras herramientas
Espero que tú, a diferencia de Martín, cuando te hagas la pregunta:
«¿Qué validez tiene ahora para mí lo que quise ser?»
dejes la pregunta abierta, dispuesto o dispuesta a respondértela con otras herramientas.
Si esas nuevas herramientas no las tienes, recuerda que un psicoanálisis o una terapia te orientará a tenerlas.
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