Artículo generado por la Psicóloga Paola Atencio
Singularidad
Muchas veces nos preguntamos en la práctica clínica: ¿cómo intervenir? o ¿en qué momento hacer el corte de sesión? La respuesta a estas preguntas no es única ni está dentro de la totalidad. Por lo tanto, tomo la frase que dice Miller en el texto Entonces Sssh…:
“Si la interpretación que el analista tiene para ofrecer al paciente, es del orden del delirio, entonces sin duda es mejor callarse; callarse es un mal menor…”.
Entender el Corte de la Sesión: Más Allá del Sentido
Debido a que no existe una respuesta única, hacemos un pasaje a lo que se da en la sesión y a lo que debemos conocer para entender cómo hacer una intervención. En la consulta, el paciente parece buscar el sentido a lo que sucede, mientras que, por otro lado, el inconsciente habla, apareciendo sin buscarlo, por medio de la asociación libre.
En una sesión de análisis, cuando este sin sentido o equívoco aparece, el analista interviene haciendo un corte. No se trata de cortar la sesión donde aparece una frase de “saber”, ya que esto produciría un cierre en la interpretación del sujeto de aquello que le sucede. El corte no debe detener el trabajo que, de una manera, se debe abrir. Por lo tanto, el corte no se realiza en el momento en que aparece un sentido, sino, justamente, fuera del sentido.
El Papel del Sentido y el Fantasma en la Sesión
En la experiencia clínica, observamos cómo la neurosis tiende a producir un sentido. Este sentido es fantasmático, es decir, pertenece al orden del ser para el Otro. El fantasma es una ficción que da sentido y, a su vez, dirige el sentido de los síntomas.
Sin embargo, al psicoanálisis no le interesa quedarse en este sentido. Aunque pasemos por ahí, el interés está en el trauma anterior a la producción del sentido, que guarda relación con el sinthome. Este sinthome es la relación primera, ese acontecimiento de goce que el analista debe saber leer para marcar.
El Sentido como Satisfacción Fálica: Un Límite al Trabajo Analítico
Al inicio, debemos tomar en cuenta que la experiencia del analizante es vivida, y que cuando logra darle sentido, esto genera una satisfacción fálica. Esta satisfacción cierra la producción de algo nuevo, necesario para salir del síntoma.
En algunos casos, el analizante acude a la sesión bajo el afecto de la angustia. Lacan nos orienta al señalar que “la angustia es el afecto que no engaña” y, por lo tanto, es una brújula hacia lo real. La angustia está en relación con la falta en el Otro y constituye solo una etapa en el proceso analítico. Aunque los significantes, en su relación con el Otro, producen sentidos, no debemos quedarnos ahí.
La Preservación del Significante y el Enigma del Inconsciente
Cuando se presenta un significante, este debe preservarse con el enigma. Aunque pueda recibir una significación, preferimos preservar los significantes antes que quedarnos con el sentido, ya que este ofrece solo una calma momentánea.
El inconsciente quiere ser interpretado, pero no por el analista. Cuando el analizante da sentido, se produce una satisfacción fálica del tipo “me escapé del sin sentido”. Sin embargo, para el analista, ese significante aislado del sentido es el punto al que se debe apuntar, ya que la angustia que se presenta ante ese enigma escapa a la historia y a los semblantes falsos.
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El análisis permite un encuentro con lo real del desencuentro, eliminando la necesidad de encubrir con ideales. A través de un análisis, es posible llegar a un amor que vivifica, uno que reconoce las diferencias sin buscar cubrirlas con un ideal absoluto. Cortázar refleja esta vivificación del amor en sus palabras:
El Trabajo del Inconsciente: Más Allá del Sentido
El afecto de la angustia no engaña; lo que engaña, según Lacan, es el significado producido en la relación entre los significantes. El inconsciente interpreta, pero no lo hace dando sentido. En cambio, produce quiebres y abre un real a través de lapsus o enigmas.
Cuando el analizante interpreta sobre ese quiebre, busca calmarlo respondiéndose desde el sentido. Como expresa Miller en Entonces Sssh…:
“Interpretar es descifrar, pero descifrar es cifrar de nuevo”.
Por lo tanto, el gran interpretador no es el analista. Lacan desmonta la idea narcisista de un analista que sabe y que unilateraliza la interpretación. Es el sujeto, o más precisamente, el inconsciente del sujeto, quien interpreta.
El Rol del Analista: Puntuar, No Interpretar
El inconsciente trabaja y lo muestra a través del lenguaje. Por un lado, se muestra disfrazado y, por el otro, oculta el sin sentido para no saber. El inconsciente interpreta, y el analista puntúa, señalando el real que está ahí. La elaboración que realiza el neurótico evita el mal encuentro con ese real.
Como analistas, no debemos desvalorizar la experiencia del analizante. Aunque el sentido ayuda a seguir adelante, no es el lugar donde nos quedamos. Esa búsqueda de sentido es interminable y, aunque se toma en cuenta y se resalta, no debe ser el punto de intervención.
El Corte en la Sesión: Una Intervención Basada en lo Real
Quedarse en el sentido es el método que utiliza muchas veces la psicología tradicional, sumar o marcar sentido es más fácil, pero no es el objetivo del psicoanálisis. Freud ya lo señaló en Más Allá del Principio del Placer (1920): el sentido no produce la cura en el tratamiento. Aunque pensaba que el síntoma se levantaba al descubrir su sentido, esto resultó no ser suficiente.
Dentro de la sesión, la búsqueda de sentido orienta al analista a preguntarse qué quiere significar el paciente. Sin embargo, el punto de intervención no es el sentido. Debemos sorprendernos por lo real, por aquello que aparece y que el paciente evita.
Como decía Lacan:
“Tenemos que sorprender algo cuya incidencia original fue marcada como traumatismo”.
El analista debe ser un sorprendendor de lo real, marcando aquello que el paciente evita y permitiendo que la intervención abra un espacio hacia lo desconocido.
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