Artículo generado por la Psicóloga Paola Atencio
El Amor en la Escritura
Julio Cortázar utiliza la escritura para saber hacer con las hiancias de su vida. En varios de sus escritos atraviesa lo real por medio de la fantasía, en otras es tan real como la vida misma. Un claro ejemplo de esto es Rayuela, un libro que revoluciona la literatura logrando así “…encender un fuego que desafiara ahora dentro de uno o hacer que resurja una lejana encarnación que te reclama y que no puedes desoír y que te ocupa y te transmigras…, donde la imaginación no conoce otro límite que el de la palabra compelida a enunciar el orden que todo lo remueve y que todo conmueve”.
El Amor en Rayuela: Encuentros y Desencuentros
Como lo expresa en Rayuela:
“Por lo que me toca, me pregunto si alguna vez conseguiré hacer sentir que el verdadero y único personaje que me interesa es el lector, en la medida en que algo de lo que escribo debería contribuir a mutarlo, a desplazarlo, a extrañarlo, a enajenarlo.”
Esta frase refleja la capacidad de Cortázar para dar al lector una sensación de extrañeza y familiaridad al mismo tiempo. En este libro, uno de los «reales» que toca es el amor, presentado como encuentros y desencuentros, o lo que él llama “desencuentros deliciosos”:
“Yo describo y defino y deseo esos ríos, ella los nada. Yo los busco, los encuentro, los miro desde el puente, ellas los nada. Y no lo sabe, igualita a la golondrina. No necesita saber cómo yo, puede vivir en el desorden sin que ninguna conciencia de orden la retenga.”
Este fragmento resalta las diferencias entre cada sujeto y cómo el encuentro entre dos nunca es del lado de la totalidad ni de la completa igualdad. Es en esas diferencias, en los puntos subjetivos de cada uno, donde toma forma el amor como vivificación.
El Ideal del Amor y su Relación con la Literatura
Fuera de la literatura, las percepciones sobre las relaciones han sido marcadas por los ideales. Teorías y creencias apuntan a aquello que no es posible: la búsqueda de un todo que encubra el vacío. Estos ideales neurotizan las relaciones, como lo describe Cortázar:
“La humanidad es un ideal” y “Nuestra verdad posible tiene que ser invención, es decir escritura, literatura, pintura, escultura, agricultura, piscicultura…”.
Así como la verdad es una invención, el ser humano se inventa y reinventa en ella, y el amor también. Entre estos ideales aparece la tendencia a idealizar tanto a las relaciones como a las personas que las conforman:
“…para verte como yo quería era necesario empezar por cerrar los ojos”.
Esto muestra el amor idealizado, ese que evita ver lo real del otro y de uno mismo, un amor imaginario que Lacan define como parte de la «no relación» entre dos, reflejando el desencuentro inevitable.
El Fracaso del Amor Idealizado
El amor idealizado apunta siempre a totalizar los encuentros, pero termina siendo un camino fallido:
“Demasiado tarde siempre, porque aunque hiciéramos tantas veces el amor la felicidad tenía que ser otra cosa…”.
De manera poética, Cortázar señala la insatisfacción que surge al buscar la totalidad o la completud en el amor. Sin embargo, lo real del deseo es su apertura, no su insatisfacción. Esa apertura empuja a construir, sin la expectativa de finalizar algo que no puede ser completo. Como menciona:
“…Qué pobres herramientas para encontrarle una salida a este agujero”.
Los intentos por llenar el vacío con herramientas ideales son pobres porque el vacío no puede ser cubierto. Para Cortázar, el amor y la vida misma son una constante invención:
“Todo recomienza, no hay un absoluto…, Un amor como el fuego, arder eternamente en la contemplación del Todo. Pero en seguida se cae en un lenguaje desaforado”.
El amor debe reinventarse constantemente para evitar caer en la repetición o en la idealización:
“Así andaban, Punch and Judy, atrayéndose y rechazándose como hace falta si no se quiere que el amor termine en cromo o en romanza sin palabras. Pero el amor, esa palabra…”
El Análisis como Camino hacia el Amor Real
El análisis permite un encuentro con lo real del desencuentro, eliminando la necesidad de encubrir con ideales. A través de un análisis, es posible llegar a un amor que vivifica, uno que reconoce las diferencias sin buscar cubrirlas con un ideal absoluto. Cortázar refleja esta vivificación del amor en sus palabras:
“Con ella yo sentía crecer un aire nuevo, los signos fabulosos del atardecer o esa manera como las cosas se dibujan cuando estábamos juntos”.
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